La paz y la frontera México–Estados Unidos

La frontera entre México y Estados Unidos es el punto de innumerables flujos bidireccionales de bienes y personas. Si bien la gran mayoría de estos flujos son legales, regulados y mutuamente beneficiosos, ciertos movimientos ilícitos y no autorizados han generado inestabilidad y daño social en ambos países. Algunas de las principales rutas de los dos flujos más devastadores —drogas y armas— se ilustran en la siguiente gráfica. En México, estos flujos han alimentado niveles extremos de conflicto armado entre grupos de la delincuencia organizada en vastas zonas del país, mientras que en Estados Unidos se han relacionado con decenas de miles de muertes por sobredosis de drogas.

En la última década, los cambios en el mercado de drogas estadounidense han provocado transformaciones significativas en las organizaciones del narcotráfico en México. Específicamente, ha habido una disminución en la demanda de drogas de origen vegetal, como la marihuana y la heroína, y un aumento considerable en la demanda de drogas sintéticas, especialmente el fentanilo. Debido a sus bajos costos de producción, este cambio ha sido altamente lucrativo para los cárteles. 

A pesar de la solidez y rentabilidad general del comercio de fentanilo, datos recientes sugieren que el tráfico transfronterizo de esta sustancia pudo haber alcanzado su punto máximo y estar ahora en descenso. Entre 2019 y 2023, la cantidad de fentanilo decomisada en la frontera México–Estados Unidos aumentó más de 600%, pasando de 604 a 4,267 kilogramos. Pero en 2024 se registró una caída del 19.3% en el volumen total decomisado. Además, ese mismo año, las muertes por sobredosis relacionadas con fentanilo en Estados Unidos disminuyeron por primera vez tras aumentos sostenidos durante la década anterior. 

Los datos indican que la mayoría de las personas que trafican fentanilo a través de la frontera son ciudadanas estadounidenses. Entre 2019 y 2024, los ciudadanos estadounidenses representaron el 80% de los detenidos con esta droga en cruces fronterizos oficiales. 

Asimismo, los ciudadanos estadounidenses han desempeñado un papel clave en el tráfico ilícito de armas desde Estados Unidos hacia México, un flujo conocido como el "río de hierro". En muchos casos, los contrabandistas reclutan a residentes o ciudadanos estadounidenses para comprar armas en tiendas o ferias, y luego transferirlas a representantes de los cárteles. 

Las trazas realizadas a armas recuperadas en escenas del crimen en México han demostrado de forma consistente que al menos dos tercios de ellas fueron introducidas ilegalmente desde Estados Unidos. Como muestra el mapa, aproximadamente tres cuartas partes de esas armas provienen de estados fronterizos del suroeste de Estados Unidos, en particular Arizona y Texas, y son ingresadas a México mediante rutas de tráfico hacia Sonora, Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas y Guanajuato. 

Estas rutas han permitido que los grupos criminales estén cada vez más armados, incluso con armas de grado militar, lo que ha intensificado sus disputas territoriales letales tanto entre ellos como con las fuerzas de seguridad del Estado. Además del conflicto por el control de rutas del narcotráfico, los grupos también han protagonizado disputas territoriales por otras actividades ilícitas, como el tráfico de personas. 

Las operaciones de tráfico de personas, muchas de las cuales están vinculadas a grandes organizaciones criminales, se han convertido en un negocio cada vez más lucrativo. Informes recientes indican que los migrantes que buscan cruzar la frontera pueden pagar entre 7,000 y 18,000 dólares para ser traficados, y que los cárteles podrían estar generando ingresos combinados de entre 4,000 y 12,000 millones de dólares al año por estas operaciones. 

Se desconoce qué proporción de los migrantes recurre a traficantes para entrar a Estados Unidos, pero al igual que con ciertos bienes ilícitos, en los últimos años se han registrado aumentos en los flujos no autorizados de personas, lo que ha dado lugar a diversos desafíos sociales tanto en Estados Unidos como en México. 

No obstante, estos flujos migratorios también parecen haber alcanzado su punto máximo y estar en descenso. Como se muestra en la siguiente gráfica, entre 2010 y 2018, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU. registró menos de 600,000 encuentros anuales con migrantes no autorizados. A partir de 2019, la cifra comenzó a subir. Luego, con la caída global de la movilidad derivada de la pandemia de COVID-19, hubo una disminución temporal en 2020. Pero en 2021, el número volvió a aumentar drásticamente. Los encuentros fronterizos alcanzaron su punto máximo en 2022 y 2023, con más de 2.5 millones cada año, antes de caer más de un tercio en 2024, a alrededor de 1.6 millones. 

El aumento de los encuentros entre 2021 y 2023 se atribuye a varios factores. La pandemia generó dificultades económicas e inestabilidad social en muchos países. Al relajarse las restricciones de movilidad, muchas personas en contextos de violencia y pobreza buscaron mejores oportunidades en Estados Unidos. Esto se reflejó en el creciente número de migrantes provenientes de países sudamericanos con inestabilidad política, que históricamente no solían ingresar a Estados Unidos por su frontera con México. Además, ciertos cambios en el discurso y las políticas bajo la administración Biden generaron la percepción de procedimientos de asilo más accesibles, lo que motivó a muchas más personas a intentar cruzar. Algunos también atribuyen el aumento al cambio en el comportamiento de los migrantes ante el atraso en la resolución de solicitudes de asilo, ya que los procesos prolongados pueden incentivar a las personas a entregarse intencionalmente a las autoridades fronterizas para iniciar un trámite, en lugar de intentar cruzar sin ser detectados, inflando así las estadísticas. 

Ya sean autorizados o no, lícitos o ilícitos, los flujos de bienes y personas a través de la frontera México–Estados Unidos han tenido, y seguirán teniendo, impactos significativos en la estabilidad de ambos países. Si bien evidencia reciente sugiere que algunos de estos flujos ilegales podrían estar en declive, aún no es posible saber si esta tendencia se mantendrá. La colaboración bilateral para reducir los flujos ilícitos y fortalecer aquellos que son legales y mutuamente beneficiosos será crucial para el bienestar económico y social de México y Estados Unidos en los próximos años.